LEYENDAS DEL ROCK 2025 – JORNADA DEL SÁBADO 9: RITUALES, TROVADORES Y EL LEGADO DEL METAL

El último día del Leyendas del Rock comenzaba de nuevo en la Plaza Mayor de Villena, bajo un calor sofocante que rozaba los 40 °C. Allí arrancaban los acústicos con Celtian, que tuvieron que lidiar desde el principio con algunos problemas técnicos. Xana, tras probar su micro y desplegar toda su fuerza vocal, arrancó sonrisas del público reclamando que les debían un chiste antes de poder comenzar. Finalmente, dieron inicio con «Niamh», donde el violín de Txus y el whistle de Diego inundaron la plaza.

No tardaron en volver las dificultades de sonido, y Xana comentó entre risas que había cruces en su micro, llamando al técnico para solucionarlo. El público, lejos de impacientarse, mantuvo el buen humor entonando al unísono la canción de «La cabra, la cabra, la puta de la cabra…», lo que hizo aún más distendido el ambiente. Tras una breve pausa, la banda regresó con «Sueños de Cristal» y Xana incluso lanzó agua al público para refrescarles. Tras una breve pausa, la banda regresó con «Sueños de Cristal» y Xana incluso lanzó agua al público para refrescarles.

La emoción subió un peldaño cuando, durante «Niamh», Xana invitó a tres personas disfrazadas de piratas a subir al escenario a bailar. Y entre ellos se produjo una pedida de matrimonio en directo. La respuesta fue un rotundo “¡Sí!”, y la plaza estalló en aplausos, saltos y lágrimas de emoción, con la novia visiblemente emocionada mientras la música de Celtian envolvía el momento. Sin duda, uno de los instantes más mágicos de todo el festival.

La magia se palpaba, hasta que llegó «Tu Hechizo»… y con ello un momento de tensión: una persona del público sufrió un golpe de calor. Xana, fue la que se dio cuenta y con gran profesionalidad y humanidad, paró en seco a sus compañeros y pidió detenerlo todo. Coordinó tanto al staff como al público para que se hiciera espacio, se acercara agua y se abanicara al afectado mientras era atendido. Celtian se mostraron visiblemente preocupados en todo momento, pendientes de que la situación se resolviera de la mejor manera posible.

Minutos después, cuando la policía local y la ambulancia entraron en la plaza, Xana animó a que se abriera un pasillo para facilitar su acceso. En ese instante de calma, Diego tomó el micro para pedir un fuerte aplauso al chico afectado, a los servicios sanitarios y a la sanidad pública, recibiendo una ovación unánime de toda la plaza.

Con el ambiente ya restablecido, Celtian retomaron fuerzas con «Maleficio de Sangre», donde la voz de Xana se fundió con la flauta travesera de Diego. Después, alguien del público le cedió una pistola de agua más potente, y la vocalista no dudó en descargarla contra el calor de la plaza antes de iniciar «Caricia Mordaz». El público acompañó con palmas y Xana sorprendió sacando guturales que dieron un plus de fuerza al tema. El cierre se fue acercando con «El Hijo del Ayer», donde Xana volvió a disparar agua sin piedad para mantener fresca a la multitud. Entre bromas, Diego terminó cumpliendo la promesa del chiste: “¿En qué se parecen el Titanic y el Rey León?”, dejando que el público completara la respuesta al unísono: “En que los dos se hundieron…”. El broche llegó con «Serena» y, finalmente, con «En Tierra de Hadas», con el público coreando y una banda que, pese a los contratiempos, demostró una vez más su calidad y complicidad.

Con la emoción aún fresca en Villena, el festival se trasladaba de nuevo a la explanada principal. El arranque de la tarde estuvo marcado por el ímpetu de Evil Invaders, la pegada de Adept y la intensidad de Crystal Lake, que fueron calentando motores entre riffs afilados y descargas enérgicas. El ambiente crecía poco a poco, pero entre bambalinas ya se forjaba algo muy especial: el esperado ritual de los mexicanos Cemican con la participación de Kay, Señor del Brutal Folk.

Antes de la actuación, pude vivir de cerca el ambiente del backstage de Cemican. Allí, yo, Kay, Señor del Brutal Folk, fui testigo del proceso de preparación: maquillaje, vestimentas, el montaje del penacho con más de cien plumas, la copa ritual y las antorchas que formarían parte del espectáculo. Entre ese ir y venir de energía y concentración, aparecieron Narci y Joselito de Saurom para saludar a sus amigos. El momento se llenó de complicidad, con abrazos, risas y algún chiste de Joselito que desató carcajadas entre todos, rebajando la tensión previa al ritual y reforzando los lazos de hermandad, ahora con un nuevo encuentro en persona, pero esta vez en España.


Pero esa no fue la única amistad que se forjó en los camerinos. También estaban por allí Hadadanza junto a sus invitados, amigos y familiares, que compartieron un rato de camaradería con Cemican. Hubo intercambio de palabras afectuosas y hasta una foto conjunta que inmortalizó el momento. Un detalle con mucho simbolismo, pues Hadadanza conocieron a Cemican a través de Brutal Folk Metal, y fue precisamente en este Leyendas del Rock donde se dio la oportunidad de conocerse en persona. Una muestra clara de la esencia de Brutal Folk Metal: forjar lazos y hermandad entre bandas más allá de las distancias.

Cuando el reloj marcó su hora, Cemican desató la locura en el New Rock Stage. Desde backstage ya se escuchaba al público coreando su nombre, ondeando banderas de México y abriendo los primeros circle pits. El setlist fue una ceremonia en sí misma: «Viaje Astral del Quetzal de Fuego» abrió paso a un repertorio donde brillaron himnos como «Los Guardianes de la Tierra» o «Hun-Came». La gran sorpresa fue «Taan Ti Le Xibalba», primer adelanto del próximo disco, recibido con una euforia atronadora.

El clímax llegó en el tema 6, «Ritual». Mazatecpatl tomó el enorme tambor ceremonial y lo hizo retumbar con un pulso hipnótico mientras yo era arrastrado al escenario, forcejeando, golpeado con un macuahuitl y finalmente pateado hasta quedar inconsciente sobre la mesa ceremonial. El ambiente se volvió opresivo y magnético: las percusiones sonaban como un corazón desbocado y las guitarras de Tecuhtli rugían con fiereza. En ese punto, la ceremonia se fundió con el tema 7, «Cuando los Muertos Suspiran». Fue entonces cuando Xaman-Ek tomó el protagonismo: me abrió el pecho en un acto simbólico, extrajo mi corazón y lo alzó en ofrenda a los dioses. El público, completamente pendiente, alzaba los cuernos al aire en señal de respeto y comunión con el sacrificio. Tras el ritual, los miembros de Cemican me cargaron de pies y brazos y me llevaron hacia la parte trasera del escenario, mientras la música seguía su curso como un río imparable.

El tramo final del concierto no perdió ni un ápice de intensidad. Con «Guerreros de Cemican», la explanada se transformó en un campo de batalla, con la gente coreando el nombre de la banda como si invocara a sus ancestros. Y el cierre definitivo llegó con «Kukulkan Wakah Chan», que desató la última gran ovación de la noche, uniendo mitología, brutalidad y misticismo en un desenlace épico. El público quedó exhausto pero extasiado, consciente de haber presenciado uno de los rituales más poderosos de todo el festival.

La noche prosiguió con la potencia de Varg y el heavy clásico de Leize, mientras cenaba con Cemican, compartiendo un momento de calma y hermandad. Allí intercambiamos experiencias, anécdotas de conciertos y la certeza de que, aunque un océano nos separe, sentimos y vivimos el heavy metal de la misma manera. Un encuentro que reforzó aún más los lazos de fraternidad entre España y México.

El Leyendas del Rock se complacía en representar a la Tierra Media con Hadadanza en el New Rock Stage, y los trovadores no defraudaron ni un ápice. El ambiente ya estaba cargado de energía, y lo suyo fue directamente una fiesta épica desde el primer minuto, «La Casa de Beorn» se convirtió en el punto de partida, un estallido de vitalidad que encendió la mecha con todos los invitados sobre el escenario, entre ellos Víctor y Dani, y hasta la aparición de un Gandalf que aportó ese toque mágico y desenfadado que caracteriza al grupo. La comunión entre banda y público fue inmediata: saltos, coros y sonrisas se mezclaban en un mar de entusiasmo colectivo.

La siguiente parada fue «Rivendel». Andrea desplegó sus alas de hada mientras Bárbara abría el camino con la flauta, dando un toque mágico que encajó de manera perfecta con el dúo vocal de Dave y Victoria, que sonó afinado y poderoso. En este tema, el tándem Bárbara-Dani también brilló, ejecutando líneas melódicas que parecían sacadas de un cuento. El público, hipnotizado por la atmósfera, acompañaba con palmas y vítores cada giro musical.

Pero pronto llegaría el momento de desatar la locura total con «El Brebaje». Dave pidió puños en alto y jarras imaginarias brindando hacia el cielo, mientras Bárbara arrancaba el tema con su flauta y Momo se encargaba de absorber toda la energía de la plaza con su batería, apoyado por el bajo firme de Alberto. El circle pit, rebautizado como “el Caldero Trovador”, no tardó en abrirse y convertirse en una olla a presión de saltos, empujones amistosos y risas.

La batería de Momo tomó protagonismo en solitario, y la fuerza de su pegada hizo vibrar el suelo del New Rock Stage. Los seguidores, aclamando el ritmo, respondieron con un fervor casi guerrero, como si estuvieran en plena batalla épica narrada con música. El clímax llegó cuando Momo lanzó su grito de «¡Rohirrim!», al que el público respondió al unísono, levantando los cuernos al aire al compás de cada golpe, como un ejército preparado para la guerra.

El concierto siguió creciendo en intensidad con «Acertijos en las Tinieblas», la versión a los maestros juglares Saurom, en la que Jotas apareció con una gorra con luces y se desató en el escenario junto a Dani y el resto de las cuerdas, moviéndose sin parar y recordando a Joselito de Saurom, siempre incansable y lleno de energía.

El violín de Dani fue el encargado de abrir paso al siguiente tema, donde Victoria tomó las riendas vocales con protagonismo, mientras Andrea, caracterizada como una bruja con bola de cristal, se unía a la teatralidad del momento. La puesta en escena, junto al juego de luces, convirtió la canción en uno de los momentos más visuales de todo el concierto. Y así llegó el turno de «Derry Doll», el primer tema de Hadadanza inspirado en la obra de Tolkien. Tras una pausa con voces graves que mandaron a la gente agacharse, todo explotó con un salto masivo que convirtió al público en un verdadero ejército brincando al unísono. La locura trovadora se adueñaba del New Rock Stage.

El set continuó con «El Circo de los Muertos», que comenzó con un aire casi de balada, con Victoria a la voz acompañada de Bárbara, Jotas y Dani, para luego transformarse en un estallido de fiesta desenfrenada. El contraste entre calma y desmadre fue uno de los grandes aciertos del show. No podía faltar «Mor Diana», uno de los himnos más reconocidos de la banda, que fue recibido como lo que es: una declaración de identidad y poder dentro de su repertorio. La explanada se convirtió en una celebración colectiva, con los coros del público retumbando de principio a fin.

Ya en la recta final, Hadadanza nos llevó a Bolsón Cerrado con «Una Aventura Inesperada». Los coros de “¡Ho, ho, ho!” resonaron con fuerza y otro circle pit estalló en la explanada, demostrando que la energía no había decaído ni un ápice. Y para despedirse del Leyendas del Rock, los trovadores guardaron su carta más festiva: «Festival Trovador». La canción convirtió la explanada en un auténtico carnaval, con pelotas hinchables, globos y un público que no quería que el concierto terminase. Circle pits, coros y un ambiente de pura hermandad pusieron el broche de oro a una actuación que se recordará como una de las más vibrantes del festival.

Después de la descarga de Hadadanza en el New Rock Stage, el broche final del Leyendas del Rock 2025 lo puso Linkoln Park, que clausuraron el festival desde el escenario principal. Su actuación fue un repaso vibrante a los grandes himnos del nu metal, con un público que todavía encontraba fuerzas para corear clásicos como In the End o Numb pese al cansancio acumulado tras cuatro jornadas intensas.

Tras tanto baile, saltos y circle pits, era momento de bajar revoluciones: me quedé un rato con una cerveza en la mano, sentado, contemplando la magnitud de lo que había sido esta edición del Leyendas. La mezcla de folk, metal, rituales, fiesta y hermandad dejaba un poso único. Un final digno de un festival que volvió a demostrar por qué Villena es, cada agosto, la capital del metal.