Viña Rock, Resurrection Fest, Arenal Sound, FIB, Low Festival o Madrid Salvaje están en el centro de una creciente controversia. Todos ellos son organizados por The Music Republic, una promotora participada por el fondo de inversión estadounidense KKR, señalado por mantener intereses económicos en empresas del sector armamentístico israelí.
La noticia ha desatado una fuerte reacción en el panorama musical estatal: bandas como Fermin Muguruza, Reincidentes, Los Chikos del Maíz, Zoo o Tribade han anunciado públicamente que no actuarán en festivales gestionados por The Music Republic, en un gesto claro de apoyo al movimiento internacional BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones), que promueve cortar lazos con empresas y entidades que se beneficien de la ocupación israelí sobre Palestina.








Los artistas argumentan que no quieren que su música se vea asociada, ni indirectamente, con intereses económicos ligados a la violencia o la opresión, y han llamado a otras bandas a reflexionar sobre los vínculos financieros de los eventos en los que participan. Para muchos, se trata de un paso necesario hacia una cultura más ética y coherente.
En este contexto, algunas bandas confirmadas en estos festivales, como Mägo de Oz en el caso de Viña Rock, no se han pronunciado públicamente hasta el momento. Su participación sigue adelante, aunque sin declaraciones respecto a esta controversia, lo que ha generado ciertos comentarios en redes entre quienes consideran necesario posicionarse.
Al mismo tiempo, también es comprensible y respetable la situación de muchas bandas emergentes o con menos recorrido, que si bien pueden estar en sintonía moral con el boicot, ven en estos grandes festivales una oportunidad vital para ganar visibilidad y seguir creciendo dentro de una industria muy difícil. Su decisión de participar, aunque compleja, también merece ser entendida desde esa perspectiva.
La polémica ha reabierto el debate sobre la responsabilidad ética de los festivales y los artistas respecto a los fondos que los financian, en un momento de alta sensibilidad internacional. ¿Marcará este gesto el inicio de una transformación profunda en la industria musical estatal? ¿O quedará diluido entre contratos y grandes carteles? La respuesta, como siempre, se escribirá sobre los escenarios.