OZZY OSBOURNE, EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS, SE DESPIDE DEL MUNDO MORTAL

Hoy, el universo del heavy metal se tiñe de negro. Ozzy Osbourne, el inmortal Prince of Darkness, ha fallecido a los 76 años, dejando tras de sí un legado que trasciende la música. Su rugido marcó el nacimiento del metal. Su figura, a medio camino entre lo humano y lo mitológico, se convierte ahora en leyenda eterna.

Han pasado solo tres semanas desde que ofreciera su último concierto de despedida, una noche cargada de emoción en la que el mundo entero contuvo el aliento para rendir tributo al hombre que cambió la historia del rock. Fue su adiós sobre las tablas, rodeado de luces, aplausos y lágrimas. Nadie imaginaba que sería también su adiós definitivo a este mundo.

Desde su cuna en los barrios obreros de Birmingham hasta los altares del Olimpo musical, Ozzy forjó su historia con sangre, locura, genialidad y redención. Fue la voz del apocalipsis con Black Sabbath, el heraldo de riffs que estremecieron a generaciones. En solitario, fue alquimista de himnos inmortales como Crazy Train, Mr. Crowley o No More Tears, desafiando a la muerte una y otra vez en una carrera que parecía escrita por los mismísimos dioses del metal.

Durante décadas, Ozzy fue más que un músico: fue un símbolo. Un ser errante entre el exceso y la fragilidad, entre la sombra y la luz, entre el demonio y el niño eterno que llevaba dentro. Su lucha contra la enfermedad, su caída y su regreso, su anhelo por volver a los escenarios… todo ello lo elevó más allá del mito.

Hoy el mundo calla un instante. Los cuervos vuelan en círculos. Las guitarras lloran distorsión. Y en el firmamento, allá donde resuenan los ecos de Dio, Lemmy y otros titanes caídos, se abre un nuevo trono. Ozzy se une a ellos, coronado por derecho propio.

Ha muerto un hombre.
Nace una leyenda inmortal.

Descansa en caos, Príncipe de las Tinieblas.