Después de décadas desafiando al tiempo, a la muerte y al silencio…
Ozzy Osbourne se despide de los escenarios. Y con él, Black Sabbath apaga el último eco de una historia que marcó el origen mismo del heavy metal.

La voz que incendió los años 70 con Black Sabbath,
el loco que mordió murciélagos,
el alma del heavy metal…
da su último rugido.
No hay vuelta atrás. Se cierra un capítulo eterno, y el mundo del metal guarda silencio por un instante, como si todo el ruido acumulado durante más de medio siglo se arrodillara ante el fin de una era.
Black Sabbath fue el primer trueno en un cielo sin dioses. Convirtieron el miedo en fuerza, el caos en arte y la oscuridad en un templo que generaciones enteras han seguido adorando. Desde los márgenes del rock más oscuro hasta la forja de los sonidos más extremos, su influencia es tan vasta como innegable.

Y aunque el folk metal parezca venir de bosques lejanos, gaitas antiguas y voces de leyenda, también vibra con ese espíritu: el de romper lo establecido, fusionar lo imposible y gritarle a la historia que no nos domestiquen. Sin Black Sabbath, nunca habríamos tenido el valor de mirar a la tradición y al abismo a la vez.
Pero entre lágrimas, fuego y guitarras en llamas… también hubo amor.
Sid Wilson y Kelly Osbourne se nos casan.
Durante el concierto de despedida de Ozzy, el miembro de Slipknot le propuso matrimonio a Kelly frente al mismísimo Príncipe de las Tinieblas, su futuro suegro, en uno de los momentos más emotivos y sorprendentes de la noche.

El concierto, ya de por sí histórico, fue también un cruce de titanes. En las sombras del backstage y entre las primeras filas vibraron leyendas vivas del heavy metal: Slash y Axl Rose de Guns N’ Roses, Brian May de Queen, miembros de Metallica, Limp Bizkit, Pantera y muchos más. Y entre todos ellos, uno brilló con armadura propia: el mismísimo Jason Momoa, que dejó el tridente en casa y se sumó al público como un metalhead más…
Hasta que sonó “Cowboys From Hell” y no se pudo contener: entró directo al mosh pit como un animal liberado, sudando, gritando, y celebrando la vida del metal como debe hacerse: con los pies en el barro y el alma en llamas.



Hoy, el escenario queda vacío. Pero el fuego no se apaga. El Madman no necesita estar presente para que su sombra se proyecte sobre cada acorde, sobre cada lágrima negra, sobre cada alma que alce los cuernos al cielo.
Desde Brutal Folk Metal, alzamos la copa una última vez.
Por Ozzy. Por Black Sabbath. Por el rugido original.
Por todos los que estuvieron allí… y por los que nunca olvidarán esa noche.
Gracias por todo.
Nos disteis el infierno. Lo convertimos en himno.