Con El Principito, Saurom firma una de sus obras más íntimas, reflexivas y cuidadosamente hiladas hasta la fecha. Lejos de ser una simple adaptación del célebre libro de Antoine de Saint-Exupéry, el disco se presenta como una reinterpretación lírica y musical que dialoga directamente con el alma de quien escucha. Aquí no hay moralejas impuestas ni frases vacías: hay preguntas, heridas, aprendizajes y una constante búsqueda de sentido. Cada canción es un capítulo que construye, paso a paso, el viaje de autodescubrimiento del protagonista, en paralelo al del oyente.
El álbum se estructura en forma de cuento musical, donde cada tema representa un encuentro, una despedida o una enseñanza vital. La narrativa está claramente dividida por capítulos, precedidos por breves introducciones que sitúan el contexto emocional del personaje y abren la puerta a letras intensas, cargadas de simbolismo y sensibilidad.
Desde el inicio con el “Prólogo”, pasando por “El Principito”, los poderosos mensajes de “Baobabs”, la melancolía cósmica de “Mil Estrellas” o la reivindicación emocional en “Todo en mi Vida”, el disco no solo mantiene la esencia del universo sauromniano, sino que lo lleva más allá, profundizando en el alma humana con una honestidad desgarradora.
LA PORTADA: UNA PUERTA HACIA LO ESENCIAL

Antes incluso de sumergirnos en la música, la portada del disco ya nos abre una ventana al universo del Principito. Obra del talentoso artista Dani López, portadista habitual de la banda, la ilustración representa al Principito, con estética juglaresca, de pie sobre un libro abierto que simboliza tanto su planeta como el conocimiento. Acompañado por la Rosa y el Zorro, el personaje mira hacia una bóveda celeste, como si aspirara a comprender el infinito a través de su viaje interior.
El diseño fusiona elementos clásicos de la iconografía del cuento con el imaginario propio de Saurom: colores vivos, atmósferas mágicas y un equilibrio entre lo onírico y lo medieval. El entorno parece flotar en el espacio, invitando al oyente a abrir el libro y dejarse llevar.
Una portada que no solo enmarca la historia que estamos a punto de escuchar, sino que la potencia visual y emocionalmente, estableciendo desde el primer momento la atmósfera de fábula cósmica y emocional que marcará todo el álbum.
CAPÍTULO I – PRÓLOGO
Con música de Raúl Rueda, el álbum abre con un diálogo adaptado del capítulo II del libro original, que nos presenta por primera vez al Principito y su icónica petición: “¡Dibújame un cordero!”. Esta introducción hablada establece un tono de inocencia, ternura y asombro que empapa todo el viaje posterior.
El intercambio entre el Aviador y el Principito, recitado con delicadeza y fidelidad al espíritu original, captura el instante mágico del encuentro entre mundos: el del adulto perdido en la lógica y el del niño que ve con el corazón. El dibujo de una caja, tan simple y simbólico, se convierte en el punto de partida para una historia donde la imaginación y la sensibilidad tienen más peso que la razón.
La escena no solo presenta al protagonista, sino también la escala emocional del universo que se está a punto de recorrer. Cuando el Principito dice: “porque en mi casa todo es muy pequeño… pero inmensamente mágico”, Saurom nos da la clave de toda la obra: lo esencial no necesita grandeza, solo verdad, emoción y una mirada sincera al interior.
Este prólogo funciona como una puerta abierta a la fábula musical que se desplegará a lo largo del disco, y como un recordatorio de que a veces, para entenderlo todo, basta con volver a ser niños.
CAPÍTULO II – EL PRINCIPITO
Con letra de Narci Lara y música de Narci Lara y Santi Carrasco, desde el primer acorde, “El Principito” sienta las bases emocionales del disco. La canción nos introduce al personaje protagonista en su hogar volcánico, pequeño y solitario, y su decisión de abandonar su mundo en busca de respuestas universales: la amistad, el amor, el destino.
La música se construye sobre una base suave pero envolvente, con toques melódicos que reflejan el tono introspectivo del tema. La letra está plagada de preguntas que resuenan más allá de la historia:
¿Qué es un amigo?, ¿qué es el destino?, ¿existirá el amor?
Uno de los momentos más poéticos llega con la aparición del zorro, quien enseña al Principito a ver con el corazón. La línea “Lo esencial es invisible, lo percibe el corazón” conecta directamente con el mensaje original del libro, pero aquí toma un nuevo peso gracias a la instrumentación delicada y el tono casi confesional de la voz.
La canción termina con un regreso al asteroide y una petición de perdón que marca un cierre emocional:
“Hoy regreso a mi asteroide para pedirte perdón, mi flor, mi amor…”
Un inicio potente, sensible y lleno de belleza simbólica.
CAPÍTULO III – BAOBABS
La fuerza simbólica de “Baobabs” se ancla en uno de los pasajes más potentes del libro y se convierte aquí en una auténtica lección de superación. Con letra de Miguel Ángel Franco y música de Raúl Rueda, la canción se adentra en el terreno emocional con una claridad impactante: hay árboles que crecen dentro de nosotros, nacen del dolor, del miedo, de la ansiedad… y si no los arrancamos a tiempo, acaban devorando nuestra luz.
La instrumentación es enérgica, con riffs marcados y una percusión firme que empuja el mensaje: hay que enfrentarse a los fantasmas interiores. A nivel lírico, destaca por su tono motivacional sin caer en clichés:
“Grita al cielo, siempre hay esperanza / Empuña tu lanza, con fuerza y voluntad”
“Baobabs” fue el primer adelanto del disco y no por casualidad: encapsula a la perfección esa mezcla de épica cotidiana y mensaje filosófico que define el álbum. La letra es una invitación a no rendirse cuando todo parece estar en contra, a entender que el infierno más peligroso es el que llevamos dentro, y que solo enfrentándolo con decisión y esperanza podremos evitar que nos consuma.
Con este tema, Saurom demuestra que es capaz de hablar de salud mental, de responsabilidad emocional y de crecimiento interior sin perder un ápice de poética. Una de las piezas clave del disco. Como curiosidad emocional y personal, este tema cuenta además con la participación del joven actor Álvaro Magriz Lara, sobrino del guitarrista Narci Lara. Álvaro simboliza en pantalla la pureza y la imaginación infantil, y ya había inspirado anteriormente el videoclip de “3, 2, 1… La Tierra”, una de las canciones más queridas del repertorio de Saurom. Esta conexión familiar aporta una capa de emotividad adicional al proyecto, reforzando el vínculo entre la banda, su arte y su público., quien interpreta al Principito en el videoclip oficial, aportando una ternura y autenticidad que conecta aún más con el mensaje de la canción.
CAPÍTULO IV – MIL ESTRELLAS
“Mil Estrellas” representa uno de los momentos más introspectivos del álbum. Narci Lara firma tanto la música como la letra de esta pieza que muestra al Principito en plena crisis emocional, tras una decepción con la Rosa. El tema se plantea como un canto de liberación, pero también de desorientación.
Desde el inicio, el tono melancólico y envolvente se apodera de la melodía. La canción dibuja la imagen de un Principito que huye sin saber exactamente hacia dónde, con el alma herida pero con la convicción de que necesita volar:
“Quiero salir y despegar al fin… / Quiero explorar un mundo sideral / Lleno de mil estrellas y planetas y cometas…”
La instrumentación tiene un aire cósmico y soñador, con una cadencia suave que acompaña el relato de su viaje entre planetas y personajes, intentando encontrar respuestas a su dolor. La narrativa lírica es especialmente poderosa porque refleja un punto de inflexión: el Principito ha salido de su mundo no solo por curiosidad, sino porque necesita sanar.
Esta canción condensa el sentimiento de pérdida, el anhelo de encontrar un lugar donde sentirse cuidado y la necesidad de comprender el porqué del sufrimiento. Un retrato conmovedor del alma humana buscando sentido en la vastedad del universo.
CAPÍTULO V – EL REY QUE NO SABÍA MANDAR
Con letra de Narci Lara y música de Raúl Rueda y Santi Carrasco, esta canción nos presenta a uno de los personajes más extravagantes del universo del Principito: un rey que se cree con la autoridad de mandar sobre todo, incluso sobre el sol. La letra, construida con ironía y humor, pone en evidencia las contradicciones de aquellos que se creen sabios o poderosos, pero en realidad son prisioneros de su ego y su inseguridad.
La música acompaña con una base rítmica juguetona y teatral, casi circense, que refuerza el carácter absurdo del personaje. El estribillo “Soy el rey, y sobre el universo / Soy el rey, un viejo loco / Pero el más justiciero…” se repite como un mantra delirante que revela la naturaleza autoritaria y cómica del monarca.
Lo que comienza como una anécdota infantil se convierte rápidamente en una sátira social de gran profundidad. El personaje del rey representa la figura del poder sin autocrítica, alguien que cree gobernar por derecho propio pero no escucha, no observa, y mucho menos comprende.
El videoclip que acompaña a esta canción refuerza ese tono paródico y fantasioso, con una cuidada estética que mezcla lo teatral y lo alegórico. Todo el conjunto convierte esta canción en una pequeña hazaña épica dentro del disco: un himno contra el autoritarismo envuelto en la fantasía. Como detalle curioso, durante el concierto en el Movistar Arena (antiguo WiZink Center), el personaje del rey fue interpretado por Kike, también conocido como Telna, miembro de Wyrdamur y amigo cercano de la banda, lo que añadió un toque aún más teatral y cercano a la puesta en escena.
CAPÍTULO VI – EL VANIDOSO
“El Vanidoso” introduce a otro de los peculiares habitantes de los planetas que visita el Principito. Con letra de Narci Lara y música de Raúl Rueda, esta canción pone el foco en el narcisismo y la necesidad constante de validación. El personaje solo desea ser admirado, pero no le interesa realmente quién lo hace o por qué: solo busca alimentar su ego.
Musicalmente, la canción combina un ritmo vivaz con una estructura que recuerda a los números teatrales, con coros llamativos y un aire de sátira lúdica. La melodía se entrelaza con la ironía de los versos, retratando a este personaje como un reflejo de esa vanidad hueca que tanto abunda en el mundo real.
El estribillo, tan pegadizo como crítico, lanza una pulla elegante al orgullo desmedido:
“¡Admírame! ¡Glorifícame! ¡Aplaude sin parar!”
El Vanidoso representa a quienes viven solo para la imagen que proyectan, sin buscar vínculos verdaderos ni comprensión. Es uno de los momentos más irónicos del álbum, pero también uno de los más reconocibles. Todos hemos conocido a alguien así… o quizá también hay algo de él en nosotros mismos.
CAPÍTULO VII – EL FAROLERO
Con letra de Miguel Ángel Franco y música de Raúl Rueda, “El Farolero” brilla como uno de los temas más entrañables del álbum. A diferencia de otros personajes que representan vicios o defectos humanos, el farolero es quizás el único que, aunque atrapado en una rutina absurda, actúa con responsabilidad y entrega.
Musicalmente, la canción tiene un ritmo constante, casi hipnótico, que emula ese ciclo repetitivo de encender y apagar el farol. La atmósfera transmite tanto la calma como la melancolía de un personaje condenado a una tarea sin fin, sin pausa, sin preguntas.
“Soy el farolero, y mi mundo es pequeño… pero lo ilumino”
Este personaje conmueve al Principito porque, a pesar de su absurdo cometido, es el único que no piensa solo en sí mismo. Hay en él una nobleza silenciosa, una luz en medio de la rutina, y eso lo convierte en uno de los momentos más humanos del disco.
La canción no solo emociona por su letra, sino por la sensibilidad de su tratamiento musical, que logra transmitir el cansancio, la esperanza y la entrega del personaje. En ese gesto repetido de encender y apagar, hay una metáfora del sentido del deber que trasciende el tiempo.
“El Farolero” se erige así como una pieza luminosa dentro del álbum, una que nos recuerda que incluso en lo más rutinario puede habitar el sentido más profundo de la vida. Uno de los detalles más especiales de este videoclip es la participación de los sobrinos de Narci Lara, Álvaro y Leo, quienes interpretan los papeles del Principito y un niño, respectivamente. Su actuación añade una capa de ternura y autenticidad al relato, recordándonos que la búsqueda de sentido es algo inherente a todas las edades. Además, por primera vez en un proyecto audiovisual de la banda, también participa María, hermana de Narci y madre de los jóvenes actores, consolidando así el carácter familiar de esta obra. Cabe destacar que María ya había participado musicalmente con la banda en el disco Once Romances desde Al-Ándalus, en la canción “Inspiración Espectral”.
CAPÍTULO VIII – UN SEGUNDO
Con letra de Miguel Ángel Franco y música de Raúl Rueda, “Un Segundo” es una de las canciones más cortas y, a la vez, más intensas del álbum. En apenas un minuto, Saurom condensa una profunda reflexión sobre el paso del tiempo, el valor de lo efímero y la capacidad de transformación que puede tener un simple instante.
La pieza funciona como un interludio emocional, un paréntesis entre encuentros más densos. Su lírica directa y minimalista deja una estela de nostalgia, recordando que a veces, un solo segundo puede marcar una diferencia abismal en una vida, en una decisión, en un sentimiento:
“Un segundo puede ser todo / o puede ser nada…”
“Un Segundo” no necesita más para conmover. Es una pausa para respirar y sentir, un breve susurro que habla de las pequeñas grandes verdades que a menudo pasamos por alto. Un homenaje a lo fugaz que, con su brevedad, gana fuerza y profundidad.
CAPÍTULO IX – VÍNCULO
“Vínculo” es una de las canciones más emocionales del disco, y no solo por su temática, sino por la forma en que logra unir narración, melodía y sentimiento en un todo profundamente humano. Con letra y música de Narci, la pieza gira en torno a la conexión inquebrantable entre el Principito y su rosa, una relación que trasciende el tiempo, la distancia y la fragilidad.
La instrumentación combina la calidez de las cuerdas con una cadencia melancólica que envuelve al oyente en un clima de añoranza. El tema explora el amor como vínculo verdadero, como acto de responsabilidad emocional y presencia sincera:
“Yo soy responsable de ti, porque te amo, porque te elegí”
La canción cobra especial fuerza al ser interpretada desde una mirada madura del Principito, que comprende al fin el sentido profundo del afecto. No es posesión, no es orgullo: es cuidado, es entrega, es vínculo.
El videoclip que acompaña a este tema es uno de los más emotivos del álbum, mostrando al Principito adulto regresando a su planeta. El encuentro con la rosa tiene una carga simbólica intensa, cerrando el círculo emocional que se abrió al inicio del disco. “Vínculo” es, en definitiva, el corazón de esta obra. Este tema y su videoclip conjugan emoción y belleza simbólica en estado puro. La historia muestra al Principito adulto regresando a su planeta, donde el reencuentro con la rosa sirve como una poderosa metáfora del amor que permanece. La producción audiovisual potencia esa carga emocional con imágenes cálidas y nostálgicas que evocan la reconciliación y el perdón, todo enmarcado por una interpretación musical contenida y sensible que crece en intensidad conforme avanza la narración.
CAPÍTULO X – TODO EN MI VIDA
“Todo en mi Vida” es uno de los momentos más luminosos del disco, una declaración de amor sin reservas que, aunque nace del universo poético del Principito, trasciende el relato para convertirse en una canción universal. Con letra y música de Miguel Ángel Franco, esta pieza fusiona la emotividad lírica con una instrumentación brillante, casi festiva, que contrasta con la introspección de los capítulos anteriores.
Desde el primer verso, se percibe que esta canción funciona como una culminación emocional, una especie de regreso con los ojos abiertos tras un largo viaje de aprendizajes. El Principito no solo ha entendido el valor de su rosa: ahora lo celebra, lo canta, lo defiende:
“Eres todo en mi vida, eres luz y eres guía…”
La estructura del tema juega con crescendos dinámicos que elevan la intensidad del mensaje. El tono esperanzador y la sinceridad del estribillo se sienten como un abrazo. Esta canción podría ser dedicada a una pareja, a una familia, a una amistad profunda… y ese es precisamente su poder: habla de ese alguien que da sentido al caos, al silencio, al todo.
“Todo en mi Vida” representa la síntesis emocional del viaje del Principito. Ya no hay duda, ni miedo, ni huida. Solo gratitud y entrega. Una joya melódica que se siente como un amanecer. El videoclip refuerza ese mensaje con una historia visual cargada de ternura, donde se entrelazan escenas del Principito con imágenes simbólicas de la vida cotidiana, transmitiendo un mensaje universal sobre la importancia del amor, la familia y los vínculos duraderos. El enfoque visual y narrativo potencia el carácter esperanzador del tema y convierte esta pieza en una celebración sincera de los afectos que nos sostienen. El videoclip de “Todo en mi Vida” cuenta con una participación muy especial: las hijas de la pareja del teclista Santi Carrasco aparecen en escena, aportando un toque de ternura y realismo a la historia que la canción narra. Además, el vídeo incluye la colaboración de Leo Magriz Lara, quien interpreta a El Principito (niño), mientras que Óscar de Guzmán Blanco da vida a El Principito (joven), reforzando así la simbología del personaje dentro del universo visual de Saurom. Cabe recordar que Álvaro Magriz Lara, hermano de Leo, ya había encarnado a El Principito en el videoclip de “Baobabs”, además de ser el bebé que apareció en “3,2,1… ¡La Tierra!”.
CAPÍTULO XI – EL AVIADOR
“El Aviador” es el broche perfecto para cerrar el viaje emocional de El Principito. Con letra de Miguel Ángel Franco y música de Raúl Rueda, la canción se presenta como una despedida cargada de amor, gratitud y trascendencia. Esta vez, la voz narrativa es la del propio aviador, quien rememora su encuentro con el Principito y todo lo que ha significado para él.
Musicalmente, el tema comienza con una cadencia melancólica que se va abriendo hacia una atmósfera más luminosa, como si el propio cielo se despejara para dar paso al recuerdo. La instrumentación orquestal envuelve el relato con una ternura que roza lo cinematográfico:
“Tu risa aún vive en mí… / mi niño de cabellos de oro”
La canción transmite una aceptación serena de la pérdida, entendida no como un adiós definitivo, sino como una transformación del vínculo. El Principito ha regresado a su planeta, pero ha dejado una huella eterna en el corazón del aviador. Esta visión de la muerte como regreso, como reencuentro con lo esencial, eleva el final del disco a una dimensión casi espiritual.
“El Aviador” no solo despide al personaje, sino que ofrece al oyente una reflexión sobre lo que permanece: la memoria, el amor, la risa. Es un canto al recuerdo que nos salva, una despedida dulce que deja abierta la puerta de las estrellas.
CAPÍTULO XII – INTERLUDIO EN LAS TINIEBLAS
Sin necesidad de palabras, “Interludio en las Tinieblas” cumple una función fundamental dentro del viaje emocional que plantea El Principito. Compuesta por Raúl Rueda, esta pieza instrumental aparece justo antes del momento más oscuro y simbólico del álbum: el encuentro con la serpiente.
Su estructura ambiental, marcada por sonidos envolventes, atmósferas densas y un tempo pausado, evoca el tránsito hacia lo desconocido. Aquí no hay melodía protagonista ni estribillo: hay espacio. Hay espera. Hay misterio.
Es un instante de suspensión que nos prepara para lo inevitable. Como si el tiempo se ralentizara antes de una revelación, esta pieza representa la quietud antes del desenlace, el vacío donde todo se transforma. Su carácter cinematográfico refuerza la idea de que estamos ante un momento clave del relato: un punto de no retorno.
CAPÍTULO XIII – EL MORDISCO DE LA SERPIENTE
Con letra y música de Narci Lara, “El Mordisco de la Serpiente” es uno de los momentos más intensos y dramáticos de El Principito. Este capítulo aborda la despedida definitiva del protagonista, su tránsito hacia la eternidad, envuelto en un aura simbólica y existencial que transforma el final en un acto de redención.
Musicalmente, la canción se construye como una ópera rock dividida en escenas, con intervenciones del Principito, la Serpiente, la Rosa, el Narrador y la propia Conciencia del Principito. El dramatismo se ve reforzado por una instrumentación orquestal oscura y envolvente, que combina solemnidad, tensión y un lirismo profundo.
Una de las grandes virtudes de esta pieza está en la interpretación vocal de Elizabeth Amoedo, quien da vida tanto a la Rosa como a la Serpiente. Su capacidad y rango vocal permiten a la canción jugar con registros líricos y guturales, acentuando el contraste entre el amor que se marchita y la muerte que acecha. La Rosa se lamenta por su orgullo; la Serpiente representa el juicio, el dolor y el final inevitable. Elizabeth aporta una interpretación emocional y técnica que eleva la pieza a un nivel teatral y simbólico extraordinario.
El libreto amplifica aún más la carga emocional, mostrando al Principito enfrentándose a su propia conciencia, al arrepentimiento, y a la pérdida de lo esencial. La traición, la culpa y la comprensión del amor se entrelazan en frases memorables que retratan el cierre de un ciclo vital:
“Pobre de mí… la soledad me ha besado… / Floto en el espacio como nube sideral…”
“El Mordisco de la Serpiente” cierra el relato con una visión mística de la muerte como liberación. No es un final sombrío, sino una transformación. Un acto de entrega que trasciende la oscuridad.
CAPÍTULO XIV – EPÍLOGO
Con letra y música de Narci Lara, e interpretada con dulzura por Paula Bilá, esta balada pone voz a la despedida de la Rosa hacia la figura del Principito. A través de un tono melancólico y sereno, la canción nos invita a reflexionar sobre el valor de las personas y las cosas importantes, lo efímero del tiempo y el sino de cada cual, según las decisiones.
El carácter introspectivo de esta última pieza permite al oyente respirar, procesar y quedarse a solas con todo lo sentido. Es un regreso silencioso a casa, a ese asteroide pequeño pero inmensamente mágico del que partimos junto al Principito.
Con este epílogo, Saurom nos recuerda que el viaje no termina, solo se transforma. Y que lo esencial, aquello que vimos, escuchamos y sentimos en cada canción, sigue vivo dentro de nosotros.
CONCLUSIÓN
EEl Principito de Saurom no es solo un disco: es un viaje profundo y transformador, una travesía emocional, filosófica y poética que invita a mirar hacia dentro a través de una de las historias más universales jamás contadas. Lejos de limitarse a una adaptación literal, la banda transforma el legado de Saint-Exupéry en una obra musical completa, honesta y conmovedora.
Cada canción funciona como una escena viva que respira verdad. Desde la inocencia inicial hasta la inevitable despedida, pasando por la duda, el aprendizaje, la pérdida y el amor, el álbum despliega una narrativa que toca con delicadeza todos los pliegues del alma humana. La producción, cuidada hasta el último detalle, y la participación de artistas invitados, familiares y colaboradores aportan un componente humano y emocional que refuerza la autenticidad del proyecto.
Saurom ha creado aquí algo más que un álbum conceptual: ha construido un universo sonoro que, como el asteroide B-612, es pequeño en apariencia pero infinito en significado. Un disco que invita a detenerse, a mirar las estrellas, y a recordar que lo esencial sigue, siempre, esperando en el corazón.