1ª NOCHE DE YULE: NOCHE DE LAS MADRES

La primera noche de Yule, celebrada durante el solsticio de invierno, marca el inicio de las 12 Noches de Yule, una tradición milenaria cargada de simbolismo y magia. Este momento, en el que la noche es más larga y el día más corto, representa el renacimiento del sol y la promesa de días más luminosos, una conexión profunda con los ciclos de la naturaleza.

En la noche más larga del año, cuando el mundo parece estar envuelto en la quietud del invierno, los antiguos germanos celebraban un momento sagrado: Mōdraniht, la Noche de las Madres. Este día, que coincidía con el solsticio de invierno y las celebraciones de Yule, estaba dedicado a honrar a las madres, tanto terrenales como divinas, como pilares de vida, fortaleza y continuidad. Era una celebración de gratitud, pero también un acto de conexión profunda con la naturaleza y los ciclos eternos de la existencia.

Imagina el escenario: el hogar iluminado por velas, un círculo de familiares reunidos en torno a una mesa o un fuego, ofreciendo sus respetos a las madres de la comunidad y a las diosas que simbolizaban la fertilidad, la protección y la abundancia. Las mujeres eran vistas como guardianas del hogar y el linaje, mientras que las diosas, como Frigg o Nerthus, representaban el vientre eterno que da a luz no solo a la humanidad, sino también a la esperanza misma.

En esta noche, se encendían velas para invocar luz en la oscuridad, como un tributo tanto a la Madre Tierra como a las matriarcas de las familias. Los cantos y los rituales se centraban en agradecer por la vida y pedir por la protección de las madres y los niños en el nuevo ciclo que comenzaba. Historias de las Matres, esas figuras divinas veneradas en estelas celtíberas, o de mujeres heroicas y fuertes como las ringkvinna (mujeres del anillo), resonaban alrededor del fuego, inspirando a todos con su valentía y resistencia.

Con la llegada del cristianismo, Mōdraniht fue reinterpretado para encajar en las festividades navideñas. Las diosas madres dieron paso a la figura de la Virgen María, quien se convirtió en el centro de veneración como dadora de vida y madre del Salvador. Los rituales, aunque cambiaron de forma, conservaron su esencia: honrar a las mujeres como fuente de vida y luz.

Hoy en día, celebrar Mōdraniht es una forma de reconectar con esa visión ancestral que coloca a las madres en el corazón de la existencia. Ya sea encendiendo una vela, compartiendo historias o simplemente agradeciendo a quienes nos han cuidado, esta noche nos invita a reflexionar sobre el poder femenino que sustenta el mundo, un recordatorio de que incluso en la oscuridad más profunda, la vida siempre encuentra un camino para renacer.